Aplausos, reconocimiento y muchas flores para la selección Sub-17. El Potro Gutiérrez demostró una vez más que es un artesano con los equipos juveniles, que sabe convertir a simples niños en héroes.
Ésta selección más allá del fútbol que desplegaba, sabían manejar los tiempos y circunstancias de los partidos, no se volvían locos en las adversidades y hacían de la confianza su mejor aliado; no cargaron con traumas del pasado y volvieron a demostrar ganándole a Italia, Brasil y Argentina que el fútbol no se adquiere genéticamente si no a través del trabajo.
Subcampeones que deben estar orgullosos, perdieron la final ante un mejor equipo que arrasaba a sus rivales con una facilidad clara. Al margen de los rumores que afirman que Nigeria jugaba con “cachirules”, la selección africana parecía de otra categoría. Se perdió dos veces, pero se perdió únicamente con el mejor.
Más que el subcampeonato, me quedo con la inocencia y espontaneidad de los jóvenes que se traduce en el único deseo de ganar el torneo, sin preocupaciones por explotar su imagen, sin importarles la crítica de la prensa, sin el falso seseo adquirido por estar jugando en España; esa sensación que emanan de sentir la camiseta por amor al escudo y no por el amor a los patrocinadores.
Prensa, clubes, directivos, entrenadores, habrá que cuidar a estos chavos, no demasiado para que dejen de sentir los embates, ni tan poco para que éstos los tumben… lo suficiente y justo para que no vayan por ese transitado camino que los convierte de niños héroes a falsos ídolos.
Por Roberto Nájera Reyes